La primera y más importante adaptación de ‘El sueño eterno’ al cine la dirigió Howard Hawks en 1946, siete años después de publicada la novela, aunque su origen es un poco anterior.

La película abre con unos títulos de crédito muy singulares: tras el logo de la Warner aparece la efigie de una pareja fumando y, sobre cada uno de ellos se superponen los primeros créditos: Humphrey Bogart y Lauren Bacall, que dejan los cigarrillos sobre un cenicero. Con cada cambio en los títulos de crédito, las letras se volatilizan como si estuvieran fabricadas por humo.

El recurso usado por la Warner y por Hawks para esa presentación apela al espectador que disfrutó de ‘Tener y no tener’, la película anterior del director, igualmente interpretada por Bogart y Bacall. Dado que la química había sido tan buena entre ellos, dentro y fuera de la pantalla, y dado que la famosa secuencia de los cigarrillos había calado entre el público, productora y director aprovecharon para usarla como reclamo y confirmarle al espectador que sí, que habían vuelto.

De hecho, en los tráilers previos al estreno, de lo que se hablaba era de la pareja protagonista. Sobre diferentes secuencias de la película se proyectaban leyendas como: “¡Están juntos de nuevo! ¡Ese hombre, Bogart! ¡Y esa mujer, Bacall! ¡Vuelven otra vez!”

La Warner había comprado los derechos de ‘El sueño eterno’ al poco de ser publicada la novela, que cosechó un moderado éxito de ventas tras su publicación, pero tardó cinco años en darle luz verde a la filmación. ¡Benditos cinco años! La espera sirvió para que todos los participantes en el proyecto estuvieran en su mejor momento creativo. Y así salió la película, redonda de pies a cabeza.

Según Hawks, fue él quien compró personalmente los derechos de la novela, revendiéndolos posteriormente a la Warner. Y que, de hecho, él habría llevado la producción al margen del estudio y, una vez terminada la película, se la mostró al estudio, que adquirió los derechos para su exhibición.

Así cuenta la génesis de ‘El sueño eterno’ el propio Hawks, tras el éxito de ‘Tener y no tener’, como hemos contado: “Jack Warner vino y me dijo: “sería mejor que hiciésemos otra película con esos dos. ¿Sabes de alguna historia?” Yo dije, “sí”. “¿Qué tal es?” Yo dije “Del estilo de ‘El halcón maltés’. Me dijo, “¿Quieres comprarla y hacerla?” No le volví a ver hasta que terminamos la película y se la enseñamos en la sala de proyección y me compró los derechos allí mismo”.

A Hawks le hubiera gustado que Chandler participara en la escritura del guion, pero el novelista estaba a sueldo de la Paramount, enredado en la escritura de otro guion noir. ¿Adivinan cuál? Efectivamente: ‘Perdición’.

Aun así, el cineasta y el novelista hablaron de manera informal muchas veces, sobre todo, sobre cómo debía terminar la película. Y conste en acta que a Chandler le gustó cómo quedó su novela en el cine. Sobre todo por la interpretación de Bogart, convertida en el canon del detective privado cinematográfico.

Para la escritura del guion se fichó nada más y nada menos que a William Faulkner, uno de los más célebres escritores norteamericanos, que también se dejó querer por el color del dinero made in Hollywood. Suyo fue el libreto de ‘Tener y no tener’, escrito al alimón con Jules Furthman, basado en una novela de Ernst Hemingway. ¡Casi nada al aparato!

Cuenta la leyenda, aunque en realidad lo contó el propio Hawks en una entrevista, que un buen día, estando de pesca y tratando de que Hemingway escribiera guiones cinematográficos, se echó con él uno de esos piques al estilo del ‘sujétame el cubata’, pero en plan creativo: “Dime cual es la peor novela que has escrito, y la transformaré en película”.

El futuro Premio Nobel se lo tomó con deportividad y le confesó que él, como tantos críticos, creía que debía ser “esa basura” de ‘Tener y no tener’, que reconoció haber escrito porque necesitaba dinero. “Bueno, ya lo sabía”, señaló Hawks. “Al menos, lo suponía”. Hemingway estaba seguro que no podría salir nada de aquel material, pero Hawks lo consiguió. Respetando únicamente el título del personaje principal, Harry Morgan, y el buen rollo de la pareja protagonista. Y contratando a Faulkner y Furthman para escribir, claro. Eso sí, menudo lujazo contar con dos futuros Premio Nobel de Literatura en el mismo proyecto.

Al Faulkner, Hollywood no le interesaba nada. Pero necesitaba la pasta. Y Hawks le caía bien. Además de ser dos descomunales bebedores, también solían salir a cazar juntos. ¡Los años prodigiosos en los que la vida, la juerga, la creación y la aventura iban de la mano!

Así recuerda Hawks su relación con Faulkner: “Bill y yo éramos muy buenos amigos.Cazábamos y pescábamos mucho juntos. Trabajó conmigo en una media docena de películas. Si quería una escena o una historia, llamaba a Bill y la conseguía. Era capaz de escribir casi cualquier cosa… Necesitaba dinero y muy a menudo me lo hacía saber, y yo me ocupaba de que escribiera una escena… Parecíamos hablar el mismo idioma. Sabía qué era lo que yo quería. Bill bebía demasiado, pero cuando no bebía era terriblemente bueno”.

Y es que mucho ojo a los escritores favoritos de Hawks: “Me gusta ese tipo que escribió ‘El sueño eterno’. Me gusta Hemingway. Me gusta Dashiell Hammett”. No tenía mal gusto el cineasta, ¿no les parece?

En el ‘El sueño eterno’, los guionistas principales fueron Faulkner y una fenómena como Leigh Brackett, escritora especializada en ciencia ficción. Cada uno trabajó por su lado en escenas distintas durante la muy sorprendente cantidad de… ¡ocho días! El tercer guionista acreditado, el ya citado Jules Furthman, apenas participó del guion, limitándose a darle cochura al resultado final.

Tampoco tiene tanto mérito —pongan aquí el emoticono del guiño cómplice— dado que el guion sigue fielmente la novela. De hecho, en sus tres primeras cuartas partes, casi de forma milimétrica. Incluyendo, por supuesto, los prodigiosos diálogos de Chandler.

¿No habíamos quedado en que la Paramount le fichó para escribir ‘Perdición’  por su fama como dialoguista y que fueron precisamente los de ‘El sueño eterno’ los que convencieron a Wilder del talento de Chandler? ¡Pues ya está!

Y sí. Es cierta la famosa leyenda urbana de que hay un personaje cuya muerte no queda resuelta en la novela. Ni, por supuesto, en la película. Está acreditado que, durante la filmación de la cinta, alguien preguntó por quién era el asesino del chófer de la familia Sternwood que aparece en el interior de un coche sumergido. ¿No le había dado con una cachiporra antes del accidente? ¿No estaba manipulado el embrague? Entonces, ¿quién lo hizo?

Hawks mantuvo un intercambio de telegramas con Chandler, interesándose por el particular. “Me envió un cable —contaría el cineasta— diciendo que era George no-sé-cuántos. Le dije que no podía ser ese George, que estaba en la playa en ese momento. Me mandó otro cable diciendo “Entonces yo tampoco lo sé”. Una de esas respuestas que también deberían figurar en cualquier manual de escritura creativa que se precie: “No tengo la más remota idea”. O algo parecido.

Pero miren lo que la cuestión le preocupó a Hawks: “Hicimos una película titulada ‘El sueño eterno’ que funcionó bastante bien, y yo jamás me enteré de lo que iba pasando, pero pensé que básicamente tenía grandes escenas, y era entretenida”, señaló en una entrevista.

Uno de los cambios introducidos por los guionistas fue el de la secuencia de la librería: en la novela, en cuanto la librera responde a las preguntas de Marlowe, este se va. En la película, Bogart y Dorothy Malone inician un maravilloso flirteo que, según Hawks, se filmó casi de forma improvisada: había que aprovechar “lo endiabladamente guapa” que era la Malone, confesó. “No era así como estaba escrita, ni mucho menos. Lo hicimos solo por lo condenadamente guapa que era la chica. Me enseñó una buena lección, que si haces una buena escena, si consigues hacer algo divertido, el público te da la razón”.

O pequeños cambios, ‘sugeridos’ por la censura previa impulsada por el Código Hays. En la frase ya citada del general Sternwood sobre las orquídeas, en la película señala que “su tejido es como la carne humana y su perfume tiene la dulzura podrida de la corrupción”. Desaparece cualquier referencia a las prostitutas.

De ahí, también, que todo lo referente a las drogas que consume Carmen o al negocio de pornografía montado por uno de los secundarios aparezca sugerido, pero velado. Nada de homosexualidad y, ni mucho menos, la presencia de inocentes chicas desnudas en pantalla, corrompidas o corruptoras.

Cambia la relación de Vivian con el desparecido Rusty Regan, que en el original se llamaba Sean. Y, por supuesto, el final. Recuerden que en las películas de Hollywood, el criminal siempre paga. De ahí que uno de los criminales gordos muera al final, mientras que en la novela…

La historia del final de ‘El sueño eterno’ película también es muy curiosa. Demos la palabra, de nuevo, a Hawks: “El final de la historia o hicieron los censores. Leyeron el guion y no les importó qué final hubiera escrito Chandler. Dijeron: “Howard, esto no puede ser así”. Y yo dije, “Muy bien, escribidme una escena”. Y lo hicieron, y era mucho más violenta, era exactamente lo que yo quería. La hice y quedé muy contento con ella. Les dije que les contrataría como guionistas”.

Más secuencias surgidas del equipo creativo de la película: la de la arrojada taxista que, además de conducir endiabladamente, también flirtea con Bogart: le da su tarjeta y le dice que le llame cuando quiera.

—¿A cualquier hora del día o de la noche?

—Mejor por la noche. De día trabajo.

¡Ay, esas mujeres tan hawksianas! Libres e independientes. Fuertes, valientes y divertidas. Ácidas y sarcásticas. De cambia la obviedad del desnudo por el veneno de las lenguas viperinas. ¡Gracias, señor Hays!

En ese sentido, una vez terminada la película, el equipo se volvió a reunir para filmar la secuencia de Vivian cantando en el garito de Eddie Mars: la Bacall no salía lo suficiente en la película. Ni lo suficientemente insinuante. De ahí que Bogart aparezca con el mismo traje y ella se haya cambiado. Y está, cómo no, la secuencia del diálogo entre ambos sobre los caballos, las carreras y cómo les gusta montar, al uno y a la otra. Caldeado tirando a hirviendo.

Es lo bueno de tener a dos titanes de la interpretación que, además, simpatizan entre ellos. El de Bacall y Bogart fue uno de los idilios más comentados del momento y, desde luego, la magia y la electricidad entre ambos se deja sentir a través de la pantalla.

De hecho, hubo dos montajes diferentes de ‘El sueño eterno’. El primero, de 1945, era más austero. No contenía la secuencia antes reseñada ni otra igualmente importante: la de Marlowe reunido con su amigo policía, en la que desgrana buena parte de lo ocurrido hasta el momento en la película, de forma que sea más comprensible para el espectador. Si Chandler lo había hecho en uno de los capítulos de la novela, en una reunión en casa del fiscal, ¿por qué no rescatarlo para la película?

Es lo que se hizo en la versión de 1946, la final y definitiva. Porque después, en 1997, se halló en los archivos de la UCLA otra versión diferente, más primitiva aún, montada por Hawks para que la disfrutaran los soldados norteamericanos desplazados en los mares de sur del Pacífico durante II Guerra Mundial. Una rareza que no aporta nada. El montaje definitivo, el llamado Final Cut, es el de 1946. El de toda la vida, o sea.

Formalmente es importante destacar, para comenzar, el tema de la neblina en el ambiente. Sobre todo en las secuencias de Carmen. Al no poder mostrar las drogas directamente, la fotografía la muestra siempre como si surgiera de una alucinación, transmitiendo esa sensación estupefaciente que la acompaña.

¿Cómo se salva la primera persona de la narración en la película? Con la voz en off, por supuesto. Pero, sobre todo, teniendo constantemente a Bogart en el centro de la acción. No es que siempre esté en pantalla, pero siempre están en el lugar donde transcurre la trama, por lo que el espectador sigue la acción a través de su mirada y su interpretación. Así lo explica Hawks: “Probablemente, lo único que es normal en ‘El sueño eterno’ es que la historia está contada sin pistas falsas. El público sabe exactamente lo que sucedió. Saben todo lo que sabe Bogart. Aparece en todas las escenas, y cada escena termina cuando él se va”.

Y poca broma con la banda sonora de Max Steiner, auténticamente prodigiosa, una música que pespuntea cada una de las secuencias con el tono justo y necesario.

‘El sueño terno’, uno de los clásicos esenciales del Noir, convertido en icono y en base fundacional del género negro clásico norteamericano.

Jesús Lens