Cuando empezamos a preparar la primera edición de Granada Noir, Festival multidisciplinar con el género negro como protagonista, una cosa estaba clara: tenía que haber jazz.

Porque un Festival sin música es menos Festival. O, al menos, mucho menos completo y divertido que uno bien cargado de ritmo, corcheas y pentagramas.

Y tenía que ser jazz, por supuesto.

La música negra por antonomasia y el cine negro vienen conviviendo en pantalla prácticamente desde los orígenes del sonoro. Y es lógico que sea así, más allá de por lo puramente cromático y estético: ambos géneros comparten la misma atmósfera inquietante, sugerente e intrigante. Los matices y los claroscuros. La textura. El ambiente.

El brillo de los metales, iluminados por los focos sobre un escenario, refulge como el de una pistola iluminada por una farola, en un oscuro callejón.

La cadencia del contrabajo es la pulsión del gángster que se siente acorralado y la batería es pura violencia desatada; disparos que hieren el silencio de la noche.

La trompeta y el saxo, en fin, como lamentos profundos e insondables de los desheredados de la fortuna a los que la mala suerte no deja de perseguir.

Sí. El jazz y el género negro están hechos el uno para el otro y constituyen uno de esos maridajes sinestésicos que no se terminan nunca.

Que lo decimos nosotros, pero que así lo escribe Carlos Aguilar en su monumental “Cine y Jazz”, publicado por la Editorial Cátedra:

“Durante los primeros decenios del cine sonoro, el jazz consistía en actuaciones , por lo común de orquestas de swing, dentro de, casi siempre, comedias musicales. Desde el inicio de los 50, el jazz se integra en la propia banda sonora, gracias al trabajo innovador de compositores tan soberbios como Alfred Newman, Alex North, Leith Stevens y Elmer Bernstein.

Significativamente, esta determinación se había insinuado en el decenio anterior dentro del género thriller, en un sintomático y muy sugestivo connubio entre la música negra y el cine negro, el cuál persistiría a través del tiempo, destacando en los años 50 o 60 (el jazz como atmosférico sonido de la tensión, el suspense, el peligro, la drogadicción, la prostitución, la vida nocturna, las pasiones desorbitas…)”.

El siguiente paso para poner en marcha la Banda Sonora de Granada Noir era tan imprescindible como fácil de dar: hablar con Guillermo Morente, el presidente de la Asociación de Jazz de Granada Ool Ya Koo. Porque uno de los privilegios con los que contamos en esta ciudad es Guillermo Morente, en su doble faceta de bajista descomunal y de ser humano excepcional.

Una de esas personas a las que si llamas de madrugada y le dices que has matado a un tipo, te contesta que va al garaje a coger una pala para ayudarte a enterrar el cadáver.

¡Lo que nos hubiera gustado contar con una Big Band, en Granada Noir!

Pero no podía ser.

Así que optamos por un cuarteto: Contrabajo, batería, piano y, dadas las canciones seleccionadas para que formaran parte del repertorio, necesitábamos una trompeta.

Una selección de temas aleatoria, pero en la que algunas canciones tenían que sonar, sí o también. Era el primer concierto de la ya bautizada como La Banda Noir… ¡y tenía que ser muy especial!

Para abrir boca, el clásico “Peter Gun” de Mancini, un tema festivo y reconocible por todo el mundo. El tema que cualquier persona elegiría como banda sonora oficial de una película de gángsteres. Siempre que fuera desenfadada y en color, por supuesto. Un tema para poner en situación al público y meterle de lleno y desde el primer momento en el espíritu Noir de la velada.

También era preceptivo que sonara el trágico “Frankie Machine” que Elmer Bernstein compuso para “El hombre del brazo de oro” y algo de un clásico como “Anatomía de un asesinato”, del maestro Duke Ellington, por supuesto. Porque en ambos casos, la música está al servicio de la historia. Y de los personajes, hasta el punto de que, sin su música, las películas serían otras muy diferentes.

Pero… ¿qué les parecería esa primera selección de canciones a los integrantes de La Banda Noir? Guillermo había reclutado para la causa a otros tres extraordinarios músicos: Jaume Miquel al piano, José Luis Gómez “Polaco” a la batería y al que es, posiblemente, el mejor trompetista de España y uno de los músicos más sabios y versátiles del actual panorama jazzístico: Julián Sánchez.

¡Un auténtico lujazo!

Confesemos algo: hacer una selección de temas de jazz que formen parte de grandes películas del cine negro es algo relativamente sencillo, a nada que te guste el género. Pero cuando eliges temas que, en pantalla, son interpretados por una Big Band y se los sueltas a un cuarteto… te arriesgas a que te los tiren a la cara diciendo: “¡Tú estás pirao!”. Porque no es fácil que una pequeña formación consiga mantener y recrear en escena el espíritu de la música concebida para ser interpretada por una gran orquesta.

Así las cosas, ¿qué hicieron los integrantes de La Banda Noir?

Liarse la manta a la cabeza, arremangarse y trabajar como titanes para conseguir unos arreglos excepcionales, de forma que los temas quedaran perfectamente pulidos y niquelados, listos para sonar como un cañón. Aunque fueran a ser interpretados, solo, a ocho manos.

¿Y sonaron?

¡Ya te digo si sonaron!

Los más de trescientos espectadores que se concitaron en la Plaza de las Culturas del Museo CajaGRANADA la noche aquel sábado 30 mayo, a buen seguro que tendrán grabado en su ADN musical el estreno de La Banda Noir, que ofreció una actuación prodigiosa, mágica, única; tan especial como exclusiva y exquisita.

Déjenme contarles un secreto: nada más terminar el concierto, subí al escenario y pude escuché cómo el Polaco, con cara de niño malo y travieso, le confesaba a Guillermo, de forma felizmente espontánea: “Me lo he pasado de puta madre”.

Y creo que ese buen rollo fue algo que, desde el escenario, se transmitió al público. Desde el primer minuto. Desde el primer acorde del “Peter Gun”.

Y eso que no todo fue la música ardiente de las Big Bands. Que el repertorio también incluía un par de temas de esa joya, imprescindible en cualquier videoteca, que es la banda sonora de “Ascensor para el cadalso”, compuestos por un Miles Davis en estado de gracia. Y otro par de temas de una película francesa poco conocida por estos pagos: “Si el viento te da miedo”.

Pero lo mejor, como ocurre en los buenos banquetes, esperaba en los postres.

Porque lo mejor, por experimental, por vanguardista, por diferente, por inesperado; fue la interpretación musical que La Banda Noir hizo del mítico plano secuencia con que arranca una película igualmente mítica: “Sed de mal”, dirigida por Orson Welles, con banda sonora de Henry Mancini.

Los efectos sonoros que Julián Sánchez consiguió extraer de los mil y un instrumentos de percusión que subió al escenario transportaron al público a ese malsano clima fronterizo que se respiraba en el inicio de una de las grandes obras maestras de Welles.

Cuando terminó el concierto, quedó en el aire la extraordinaria sensación de que algo grande, muy grande, había pasado aquella noche en la Plaza de las Culturas.

El eco de las notas de La Banda Noir permanecía suspendido en el ambiente, acariciando los oídos de los espectadores mientras los músicos desmontaban sus instrumentos y dejaban el escenario preparado para un trasnoche poético canalla y etílico.

Pero esa ya es otra historia…

Jesús Lens

* Éstos son los miembros de La Banda Noir:
http://granadanoir.com/banda-noir/